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El consejero bíblico


Cómo testificar a personas atrapadas en una secta


por Jaime Mirón

La primera vez que tuve que enfrentarme con alguien que pertenecía a una secta fue cuando mi esposa y yo recién habíamos iniciado nuestra tarea con la Asociación Evangelística Luis Palau. La junta directiva nos había enviado a trabajar en una iglesia local a fin de que nos preparáramos para nuestro futuro ministerio con Luis Palau. Un día recibimos la llamada de una mujer que esporádicamente se congregaba con nosotros. La estaban visitando integrantes de una secta y ella estaba confundida, sin saber qué creer o a quién creer. Nos invitó a nuestro pastor principal y a mí para que dialogáramos sobre lo que la Biblia enseña en contraste con lo que enseñaba aquel grupo.
Cuando llegamos estaban presentes dos integrantes de la secta, uno de los cuales era el maestro principal; estaba bien adoctrinado. Comenzamos el debate. El pastor de nuestra congregación hizo una brillante exposición de lo que es el cristianismo ortodoxo, y basándose en el idioma griego original del Nuevo Testamento hizo pedazos los argumentos de los sectarios. Tal era la derrota que yo mismo sentía lástima por ellos. ¿El resultado? Para nuestra sorpresa, la mujer decidió unirse a la secta.
Después del encuentro, comencé a analizar qué había pasado. ¿Fue acaso que el enemigo la había engañado tanto que ella ya estaba ciega? ¿Por qué no respondió positivamente a nuestra brillante (y créame, fue brillante) ponencia? ¿Quizá en nuestra presentación había faltado el elemento del amor?
Pocos días después me puse a hablar con un desconocido cuya esposa pertenecía a esa misma secta. Me invitó a su casa para conversar con su cónyuge. Con el esposo como espectador y buscando qué camino escoger, la dama y yo dialogamos. Esta vez mostré amor por su alma, escuché sus argumentos con sumo respeto, la felicité por su conocimiento de la Palabra de Dios, me valí del humor, quedé tranquilo confiando en el Señor, y me mantuve centrado en los temas principales: la persona de Cristo, su muerte en la cruz, el perdón de pecados, la vida transformada por Cristo. Cuando llegamos al tema de que el creyente puede tener la absoluta seguridad de su salvación (1 Jn. 5:11-12), ella perdió los estribos y empezó a gritarme. Gracias a Dios pude mantener el dominio propio confiando en el Señor. Después de las tres horas que duró el encuentro salí convencido de que su esposo había notado la diferencia, tanto en doctrina como en comportamiento, entre el verdadero cristianismo y ...

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